En
algún lugar, no recuerdo, he leído recientemente que se cree que el Solsticio
de verano se empezó a celebrar hace casi 5.000 años, en el momento en que el
hombre tuvo consciencia de que van reduciéndose paulatinamente con el paso de
los días y las semanas.
Los pueblos de la antigüedad invocaban y
homenajeaban a esa luz y ese calor porque fecundaba las cosechas y hacía que el
campo y los bosques se llenaran de frutos que les alimentaban, y de semillas
que garantizaban las próximas cosechas, por lo que no es de extrañar que le
atribuyeran esas connotaciones mágicas que han perdurado hasta nuestros días,
aunque desconozcamos su procedencia.
Este
año he tenido la oportunidad de vivir uno de esos momentos mágicos en los que
tus ojos no pueden retener tanta belleza, a pesar de querer hacerlo por la
fugacidad del momento.
Ya
me habían hablado del solsticio de verano den la Sinagoga del Agua de Ubeda.
( si
no la conoces, luego te indico) Por tanto invitado por mis amigos de Artificis y en especial por Fernando Crespo propietario del lugar
quise vivir ese
momento estelar.
A primera hora de la mañana los rayos del sol ascienden con lentitud por la
puerta de luces de la Sinagoga del Agua, y penetran tímidos por un ventanuco
hasta proyectarse, como símbolo de pureza y vigor, sobre el agua del posible
mikveh o baño ritual.
El juego de luces y
sombras que provocan los solsticios de verano han sido utilizados en multitud
de rituales en la antigüedad, con simbolismos muy similares.
Para las
comunidades judías el mikveh o baño ritual era de suma importancia. Los hombres
solían usarlo los viernes y antes de las grandes festividades. Las mujeres
realizaban el baño purificador antes de su matrimonio, después de los partos y
al final de la menstruación.
Belleza, recogimiento, y
tal vez algo de magia.
Si quieres saber más: www.sinagogadelagua.com