Siento que cada vez la vida me parece mas bella y estoy
aprendiendo a ver esos pequeños detalles que se me escapan
de entre las manos como lo hace el tiempo.
Un tiempo que no se detiene por mas que le suplicas.
He dejado mi cronometro dentro del cajón de la mesita. No ahora
no necesito prisas, ¿porque correr? ¿porque contar los segundos, los minutos, los días?
Me he puesto el viejo reloj del abuelo. Ese reloj de cuerda
con el cristal arañado, que permanecía durmiendo. He puesto sus manecillas a las siete y
veinticinco asemejando dos piernas dispuestas a echar a correr en cuanto se lo
pida. Dos piernecillas que me recuerdan que el tiempo camina, que no se detiene
por mas que le supliquemos.
Maldito tiempo que se escapa de entre las manos, como se le
escapo la niñez a un Peter Pan mientras
corteja a una Wendy, ya madura, que empieza a contar las canas en la cabeza de
Peter mientras que acaricia su frente.
Que se pare el día en ese preciso momento en
el que el sol y la luna se miran
fijamente bajo el firmamento... Buenas noches Sol... buenos días luna.
Si, la vida hoy me parece mas bella. Descubro matices que
me hacen sentir mas vivo que ayer y, tal vez, menos que ese mañana a cuya estación no quiero llegar.
Matices en la sonrisa de un niño, el sollozo en los brazos de mamá.
En la mirada cristalina del viejo mulero fundida con un
ayer que se le esfumó lentamente mezclado con el
humo de su cigarro de tabaco verde.
En esa lagrima que resbala por la arrugada mejilla de ella
arrastrando hasta el alma el recuerdo
del que se le ha ido dejándola acompañada de sus recuerdos en
medio de la soledad.
Los matices de un beso, un tímido beso, capaz de cambiar el
mundo. Del abrazo que te recuerda una espera que al final se convierte en
recompensa.
La felicidad soñada, que empezabas a sospechar
no existía y cuando por fin llega, tardía, temes que se disuelva con
el azúcar de un café.
Olores... café de puchero, el varón Dandy de papá; la hierba recién segada, el mar estrellándose una y otra vez contra
las olas como un adolescente buscando sexo. La colonia de mis bebés y el perfume de mi amada que me seduce sobre la almohada
cada noche.
Sabores... El primer café de la mañana, el pan recién hecho, aquella manzana
robada en mi niñez, el tabaco de pipa de mi
padre, el oleo de sus cuadros… y también mi primer beso.
Sonidos... aquella canción que tatareaba mi madre
mientras planchaba, las llaves de mi padre abriendo la puerta al volver del
trabajo , “Bohemios” en el tocadiscos del salón, la llamada telefónica que recibes en la cama para desearte las buenas
noches.
Una radio acompañando, con radionovelas, el
bollo con aceite de aquel niño durante su merienda. Un
programa: "simplemente María". Una radio en las
noches de insomnio acompañando la madrugada; un sueño hecho realidad y tu voz en el aire cómplice de las noches tristes de tus oyentes.
Una radio que ya no suena igual. Hoy se recrea con noticias
sacadas de la redacción ayer que se repetirán al día siguiente como si saliesen
de un carrusel de feria mientras alguien le de a la manivela.
No, ya no suenan esas voces compañeras de mis noches, la radio también duerme, arropada por las miserias de vidas ajenas en TV.
Noches de lobos…
Matices de una vida con banda sonora original.
Cantaría si las lagrimas no ahogasen
mis acordes. Mis cuerdas convocan mis lagrimales y los silencios han invadido
el pentagrama.
La clave de sol se ha nublado...
Si la vida es mucho mas bella que ayer... lo estoy
descubriendo a destiempo.
Maldito tiempo que se escapa de entre las manos. Reloj... ¡no marques las horas!.